De las herencias y las guitollinas  

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Querido e inconstante diario:

El viaje ha sido largo, pero hemos vuelto sanos y salvos. Bueno, el Señor Wallace ha vuelto sano y salvo. Yo he vuelto, simplemente. La ruptura de mi pierna derecha al salvar al Señor Wallace del intento de atropello por parte de un taxista turco que le había confundido con el demonio me ha tenido postrado en una cama durante dos semanas. Las únicas dos semanas desde hacía años en las que he descansado. Pero descansar convaleciente no significa parar de trabajar. El Señor Wallace, siempre tan atento, mandó construir una camilla automática con inteligencia artificial y ruedas para que pudiera seguir cumpliendo mis tareas sin necesidad de levantarme. Aunque maravillado y agradecido, no puedo sino estar también ligeramente molesto con el cachivache, ya que tenía cierta tendencia a no distinguir el comienzo de un escalón con un pasillo sin obstáculos, motivo por el cual solía salir despedido por las escaleras del segundo piso del lugar donde nos hallábamos. Todo ello, creo yo, favoreció mi pronta recuperación y la aparición de muchos y muchos hematomas.
Muchas cosas le pasaron al Señor Wallace durante nuestro homérico viaje, pero al hallarme yo sin tiempo ni agilidad debido a mi capacidad motora limitada, no pude grabar todo lo que hubiera querido, aunque conservo en el recuerdo grandes anécdotas que un día relataré, si Dios y el abogado patrimonial del Señor Wallace quieren, en una novela.
Hoy me limitaré a transcribir el audio del esperado reencuentro entre los excelentísimos señores Wallace y Latura, que tuvo lugar esta mañana en el salón del té de Villa Tannhäuser, durante el cual mi amo explicará el motivo de tan prolongada ausencia…

LATURA
Señor Wallace.

WALLACE
Señor Latura.

LATURA
¿Qué hay de nuevo, mi viejo y locuaz amigo?

WALLACE
¿Le he hablado alguna vez de mi querida familia?

LATURA
Oh. La verdad es que no. ¡Cuenéteme!

WALLACE
Son unos verdaderos Wallace. Todos ellos. Desde mi querido tatarabuelo Randall Wallace, quien vive aún, congelado en un tanque de criogénesis, hasta mi pequeño sobrino Alan Wallace, que acaba de cumplir 6 años.

LATURA
Ciertamente debe de ser una familia entrañable.
Curioso lo de su tatarabuelo, el que aún viva. Tiene usted suerte. Por desgracia, a mi tatarabuelo lo guitollinaron.

WALLACE
Oh. ¿La revolución?

LATURA
Las fiestas del pueblo.

WALLACE
Durante la revolución a la gente como nosotros la guitollinaban.

LATURA
Revoluciones... Ya me dirá para qué sirven.

WALLACE
¡Para hacer más fiestas!

LATURA
Ja, ja, ja.

WALLACE
De hecho, el tema de mi familia viene por ello, oye.

LATURA
¡No jodiéndome! ¿Y cómo siendo ello?

WALLACE
Se preguntará por qué he estado ausente tantos días. Pues bien, la respuesta a ese enigma es que falleció mi tío abuelo Herman Wallace... Un gran hombre. Un gran Wallace. Fue explorador y a él se le debe una enorme cantidad de tesoros del British Museum y del Natural History Museum. Todos los Wallace lo echaremos de menos. Nadie como él saqueaba tumbas ni expoliaba junglas. Una verdadera pérdida para la cultura inglesa.
El caso es que tuvimos que partir todos a Venecia, donde tenía su residencia habitual, para la lectura del testamento. Todos estábamos expectantes, ya que no teníamos ni idea de lo que podría legarnos. Siempre dimos por supuesto que lo había donado todo a los museos. Recuerdo perfectamente cómo clamaba una y otra vez aquello de "¡Nosequé cosa debería estar en un museo!" o "¡Mucho divertido, Doctor Jones! ¡Tú mucho divertido!". A veces se le iba un poco la cabeza y no teníamos ni idea de qué cojones hablaba.

LATURA
Cosas de la edad, he de suponer.
Mi tatarabuelo padecía asemnia profédica de nivel 2. Allá en el pueblo donde vivía, se convocó una junta vecinal con el alcalde para sopesar los gastos que conllevaría su tratamiento. Claro que eso entró en conflicto con los gastos que iban a suponer las fiestas del pueblo, que se hallaban próximas. Al final se llegó a un consenso y se tomó la decisión de celebrar las fiestas y que Gaspar-Vicente, el borrico mascota del pueblo, le pusiera la medicación que creyera oportuna en la primera noche de estos festejos.
Se ve que la cosa no funcionó.

WALLACE
¿Lo guitollinaron también?

LATURA
¿A Gaspar-Vicente? No, aún vive.

WALLACE
Jamás comprenderé por qué al vulgo no lo guitollinaban con tanta frecuencia como a los de nuestro estrato social.
Pues... Venga, pregúnteme.

LATURA
¿Que le pregunte qué?

WALLACE
Veo que su capacidad de concentración sigue siendo la misma que la de una esponja marina... Es agradable ver que nunca cambiará, amigo mío.

LATURA
Secuelas de una vida principalmente sedentaria, Señor Wallace.

WALLACE
Le hablaba de la herencia de mi tío abuelo Herman Wallace. ¿Tan poco le interesa saber qué era que no se acuerda ni de qué le estaba hablando? Empieza usted a preocuparme. No sé si es síntoma de enfermedad neurodegenerativa o de que su amistad empieza a flaquear... En cuyo caso también sería síntoma de enfermedad neurodegenerativa.

LATURA
¡Por todos los dioses! ¡Me ofende que cuestione la fortaleza de los lazos que atan nuestra legendaria amistad!

WALLACE
No se escandalice, sólo cuestiono su salud mental. Hágaselo mirar. De todas formas, seguiré hablando del tema de la herencia, si le parece bien.

LATURA
¡Por sepuesto! Intrigado me tengo.
Me.
Yo.
Ja, ja.
Pero por favor, continúe.
Yeee.

WALLACE
En serio, esos espasmos mentales me preocupan... Deje un momento que llame a Simon.
¡Simon! ¡SIMON! ¿Dónde está, viejo patán?


[entra Simon]

SIMON
¿Me llamaba, Señor Wallace?

WALLACE
Llamábole. Pida cita para el Señor Latura en el Hospital Universitario de Industrias Wallace. Quiero que le vea el mejor neurólogo que tengamos. ¿Cómo se llama el nuevo? Ese que es tan bueno. El negro.

SIMON
Doctor Foreman.

WALLACE
Ese. Dígale al Doctor Foreman que mañana le visitará el Señor Latura. Últimamente no presta atención a mis historias tanto como debería.

SIMON
Un claro síntoma de demencia, señor.

WALLACE
¡Ahá! ¿Lo ve, viejo amigo? Hasta el mayordomo piensa que usted está loco.

SIMON
Me encanta ver que el amo sigue captando la ironía como en sus años mozos.

LATURA
Me asombra que permita a su mayordomo pensar, viejo amigo.

WALLACE
Retírese, Simon.

SIMON
Lo estoy deseando, señor.


[sale Simon]

WALLACE
Bien, mañana irá usted al médico. Y ahora, volvamos al tema central: mi ausencia.
Tío Herman, el explorador. Venecia. La familia Wallace al completo. Incluso había acudido a la ocasión mi hermosa esposa.

LATURA
Sí que es hermosa su esposa, sí. Últimamente hablo mucho con ella. Pero siga, por favor.

WALLACE
Lo que me recuerda... Tome, bizcochos de chocolate que ha preparado ella especialmente para usted. Me hace gracia la forma de corazoncitos que tiene... En fin.
El caso. El tema. La circunstancia. Allí todos con el notario, dispuesto a leer. Y nos dice que la última voluntad de Herman es que seamos felices.
¡¿No le parece la mierda más grande del mundo?!

LATURA
Apuesto a que su tío abuelo Herman se destornillaba desde el más allá, junto a Jimi Hendrix y Lassie.

WALLACE
Si el bastardo se estaba riendo, yo lo que apuesto es que luego se retorció en su tumba. Los Wallace somos personas de indignarnos fácilmente, así que maldijimos tres veces el alma del difunto y luego tomamos un avión a Londres. Fuimos a los museos donde Herman había hecho todas aquellas donaciones tan importantes y nosotros aportamos una serie de donaciones mucho más interesantes.
Dinero a cascoporro, vaya.
A cambio, los museos debían retirar todo el material cedido por Herman Wallace y borrar su nombre de cualquier registro. Y lo hicieron. Puedo prometerle que lo hicieron. Era mucho dinero. Ahora la única presencia de Herman Wallace en este mundo son esta conversación y un montón de carne descomponiéndose en una fosa común. Y dentro de poco, no quedará nada.
Felicidad... Menudo hijo de puta egocéntrico.

LATURA
Cómo echo de menos a Gaspar-Vicente...
Aunque nunca lo conocí.
Hmm…


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